Corazones de carne.

¿Qué hace que te sientas seguro a cientos de metros del suelo?¿Qué hace que te atrevas a cruzar un risco?¿Qué te lleva a querer conquistar las alturas y a no a solo admirar la majestuosidad de los acantilados desde una distancia segura- Seguro que tus alas no. Seguro que tu espíritu aventurero tampoco. Son, entonces, puentes y pretiles.

¿Qué hace que la turbulencia del agua, que su movimiento desordenado, te incite a cruzarlo? ¿Cómo es que tu mente crea las pasarelas acuáticas que te empujan a comparar la resistencia de la piedra y le hormigón con puentes colgantes?¿Cómo es que esta vaga percepción de tus miedos y demonios te invita a creer que el agua es sólida en todas las estaciones? – Seguro que tus aletas no. Seguro que tu ánimo explorador tampoco. Puentes y pretiles.

Incluso para los rebeldes que para el invierno no duermen ni han recolectado nada, la concepción de la firmeza del agua es factible. Y el único resultado es transparente vergüenza. ¡Qué imbécil es quién piensa que todo es sólido! ¡Qué imbécil quien piensa que las creencias de la mayoría y, también, de la minoría son columnas fortificadas por fuerzas teológicas e inquebrantables!¡Qué patética forma de resguardar su corazón de demonios colosos de una y mil cabezas, del mismo toro del deshielo!

Y la sensualidad del viento del deshielo, a quien Zaratustra compara con un toro sin arar, te invita a ofrecerle un albergue no pedido. Un albergue que, sin dudarlo, también destrozará. ¿Dónde quedan tus doctrinas ahora? ¿Dónde queda tu solidez y tu visión ocluida de lo que es aplaudido y de lo que es abucheado? ¿Tienes miedo de la resistencia de la domesticación de un toro de fuerza bruta y de ojos endemoniados?¿ A qué pretil te sujetas cuando el movimiento es perenne?

Y si alguien va a la montaña por cuarenta días a escribir en piedra, ¿por qué entregas tu corazón maleable de carne para que ojos endemoniados lo laceren y borren la verdad para que repitas lo dicho por ellos?- Entonces es mejor conservar un corazón de piedra pero verdadero. Entonces, dentro de la tempestad, es mejor no sujetarse de troncos sin raíces profundas, que igual se rompen en el deshielo y el descontento de los infelices eternos.

¿Quieres acaso ser infeliz en esta y en otras vidas por seguir tu doctrina de invierno? Si quieres eso, sigue doblando tus rodillas y sigue aconsejando lo que crees porque desconoces. Sigue aconsejando lo que sabes de cara a la galería. Ser fiel a una doctrina de invierno es ser fiel a una entidad tirana, pero astuta, que escribe en tu corazón de carne una ley de bondad y su crueldad, convirtiéndose en tu augurio eterno, en un mensajero sin memoria que sumerge la historia en un mar de trivialidad.

Es mejor, entonces, tener un corazón de piedra que resista el fluir del verano y de la primavera y también del otoño. Un corazón de piedra que en la corriente navegue o no. Un corazón que pueda ser principio y no final, que pueda crear y no sólo ceder con blandeza. Un corazón cuya dureza levante chispas, y corte y, en peligro, saje. Que destruya cualquier dogma y corral de la mente. ¡Endurécete, entonces!. Transforma tu ser en piedra o carbón. Solo así, unido al toro del deshielo, realmente fluirás.

Espero que te guste la colección.

Ta-ta.

Alethia.


Leave a comment

Design a site like this with WordPress.com
Get started